Todas las
estructuras que podemos ver, como las estrellas y las galaxias, fueron
creadas por fluctuaciones cuánticas de la nada.
Aún sin
creer en milagros, cuando observas los cielos, eres capaz de sentir, de ver, un
cierto orden del universo y entonces puedes sacar dos conclusiones:
La
primera, que han compartido multitud de científicos desde Galileo a Newton y
hasta nuestros días, es que ese orden, esas leyes, han sido creadas por una
inteligencia divina, responsable, no sólo de la armonía universal sino también
de nosotros mismos, pues estamos hechos según las enseñanzas, a imagen y
semejanza de Él.
La
segunda es que no existen más que esas leyes, única y exclusivamente, leyes que
hemos descubierto en la Naturaleza y que requieren que nuestro universo exista,
se desarrolle y evolucione sólo y exclusivamente como consecuencia de esas
leyes ( Einstein se preguntaba si Dios había podido elegir entre diversas
leyes).
La
explicación del pasado, presente y futuro del Universo no procederán de la
esperanza, ni el deseo, ni la revelación, ni la creación del pensamiento puro:
procederá de la exploración misma de la Naturaleza. Nos gustará o no,
responderá a nuestras expectativas o no, pero esto es lo que hay y mejor es
aceptarlo. El trabajo y la indagación misma sobre la Naturaleza es donde se
adquiere el sentido, sin por
qué y para qué, sólo y exclusivamente
el cómo.
Es
extraordinariamente significativo el hecho de que un universo de la nada, surge
de una manera, no sólo natural, sino inevitable y que además es cada vez más
coherente con todo lo que ya sabemos. La física y la cosmología asumen el reto
de dar explicación suficiente de la afirmación de que algo surgido de la
nada, es un acto original de creación y la explicación científica resolverá
esta cuestión de manera satisfactoria y sin lagunas lógicas.
Sin duda
parece razonable imaginar que, a priori, la materia no puede surgir espontáneamente
del espacio vacío, de forma que algo en este sentido, no puede surgir de la
nada. Pero si tenemos en cuenta la dinámica de la gravedad y la mecánica
cuántica, se halla que esta concepción del sentido común deja de ser verdadera.
La existencia de energía en el espacio vacío, descubrimiento que ha sacudido
nuestro universo cosmológico, refuerza un aspecto del mundo cuántico, de la
gravedad cuántica, que será el fundamento que se dará cuenta de ese salto de la
“nada” al “algo”.
Este
libro desborda argumentos científicos para acercarnos a la comprensión de que
es perfectamente posible un universo de la nada y respira por todos costados la
convicción de que sin la ciencia, todo sería un milagro, pero con ella queda la
posibilidad de que nada lo sea.