A algunos se les llena la boca de
argumentos extraños cuando hablan de defender esta democracia imperfecta. Me refiero a la Cospedal en sus últimas declaraciones. Se trata de defender la democracia, claro está, se trata de
defender la política, pero se trata, precisamente por ser imperfecta y huérfana
de política, de adecuarla a las ideas de fraternidad, de igualdad y de justicia
como hace un par de años decía mi admirado José Luis Sampedro. Cuando eso no se cumple y ni siquiera se
busca, estamos a las puertas de romper las reglas de juego. No es posible
reducir la democracia a votar cada 4 años. No es posible entender los votos
recibidos (y no olvidemos que se dieron para cumplir un programa) como el
cheque en blanco para decir y hacer lo que, hoy por hoy, fija la oligarquía
financiera y la mediocridad de nuestra clase política.Vaciar de contenido el papel que deberían jugar los representantes obliga a los
representados a reaccionar desde la impotencia y el hartazgo.
Los efectos producidos por la crisis
(mil veces repetido: más que una crisis es una estafa), provocada por las casi metafísicas
instancias financieras, nos obliga a tomar posición moral y política por lo que
está pasando. En esta tesitura me parece que los políticos que hoy nos
gobiernan están muy faltos de sensibilidad, en lo moral y en lo político, para
resolver los acuciantes problemas que sufre una gran parte de nuestra sociedad.
Oir a la Cospedal hablar de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH)
como de una panda de nazis y totalitarios en sus acciones de presión y
autodefensa me parece un desapego, un desprecio, y una criminalización de las víctimas
de esos abusos hipotecarios, absolutamente intolerable.
La ciudadanía tiene derecho a rebelarse
y a actuar con los medios que puede aunque sus señorías se sientan ofendidos. Más
deberían estarlo por no ser capaces de anteponer el derecho a la vivienda por
encima de los intereses de usura de los bancos a los que además se salva con el
dinero de todos. Es inaplazable un cambio de rumbo radical en la defensa de los intereses de la mayoría,
en la defensa del bien común, hoy arrebatado en los múltiples frentes de la
sanidad, educación, justicia, etc. La práctica criminal la está llevando a cabo
un poder no elegido, un poder que se sitúa por encima incluso de los votos cada
4 años en los que sólo nos dejan cambiar nombres. Se da por supuesto que las reglas de
juego asegurarán que no haya cambios en el sistema económico, no haya cambios
en lo político y en consecuencia no haya cambios en lo social. Parafraseando a
la Cospedal: “jugar, por parte del poder, a que la diana sea el pueblo, es
jugar contra la democracia”.
Debemos asegurar con actitud
combativa que las reglas de juego sean garantía de una mejor democracia, más
fraternal, más igualitaria, más justa.