Fotocomedor

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domingo, 21 de abril de 2013

Insomnio


Tengo insomnio. Los ojos como platos escudriñando luces y sombras que adquieren formas abstractas o reales al dictado de la imaginación. Y no falta nunca el que en un intento inútil de aliviar el desvelo, se me ocurra mirar hacia atrás, hacia el pasado. La sensación de estar cruzando fronteras y asumir exilios empieza a pesar mucho.

Cuantas cosas hechas y cuantas que no hice. Cuantos hechos y deshechos, como diría Benedetti, se amontonan desordenadamente en la memoria. Cuantas frustraciones, cuántas alegrías, cuántas lágrimas. Cuantas nostalgias, sobre todo esas que son más fuertes que el mismísimo deseo. Cuanto aire de olvido. Se borran perfiles que van desapareciendo como hace el borrador sobre la pizarra y queda ese aspecto neblinoso de lo tratado.

De todo esto que desfila ¿qué me queda? ¿en qué me reconozco? ¿qué he aprendido?. Algo queda seguramente, incluso sin querer, pero no he conseguido apagar ese fuego de dolor que prende en el alma y te deja marcas imborrables para toda la vida. No es queja, es resignado suspiro. Pasado y presente juegan en este desvelo pero no juega la oscuridad del futuro, no me dejaré abrazar por probables destinos y sus tiranías. Ya me duermo.

domingo, 14 de abril de 2013

Las reglas de juego



A algunos se les llena la boca de argumentos extraños cuando hablan de defender esta democracia imperfecta.  Me refiero a la Cospedal en sus últimas declaraciones. Se trata de defender la democracia, claro está, se trata de defender la política, pero se trata, precisamente por ser imperfecta y huérfana de política, de adecuarla a las ideas de fraternidad, de igualdad y de justicia como hace un par de años decía mi admirado José Luis Sampedro.  Cuando eso no se cumple y ni siquiera se busca, estamos a las puertas de romper las reglas de juego. No es posible reducir la democracia a votar cada 4 años. No es posible entender los votos recibidos (y no olvidemos que se dieron para cumplir un programa) como el cheque en blanco para decir y hacer lo que, hoy por hoy, fija la oligarquía financiera y la mediocridad de nuestra clase política.Vaciar de contenido el papel que deberían jugar los representantes obliga a los representados a reaccionar desde la impotencia y el hartazgo.



Los efectos producidos por la crisis (mil veces repetido: más que una crisis es una estafa), provocada por las casi metafísicas instancias financieras, nos obliga a tomar posición moral y política por lo que está pasando. En esta tesitura me parece que los políticos que hoy nos gobiernan están muy faltos de sensibilidad, en lo moral y en lo político, para resolver los acuciantes problemas que sufre una gran parte de nuestra sociedad. Oir a la Cospedal hablar de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) como de una panda de nazis y totalitarios en sus acciones de presión y autodefensa me parece un desapego, un desprecio, y una criminalización de las víctimas de esos abusos hipotecarios, absolutamente intolerable.



La ciudadanía tiene derecho a rebelarse y a actuar con los medios que puede aunque sus señorías se sientan ofendidos. Más deberían estarlo por no ser capaces de anteponer el derecho a la vivienda por encima de los intereses de usura de los bancos a los que además se salva con el dinero de todos. Es inaplazable un cambio de rumbo radical  en la defensa de los intereses de la mayoría, en la defensa del bien común, hoy arrebatado en los múltiples frentes de la sanidad, educación, justicia, etc. La práctica criminal la está llevando a cabo un poder no elegido, un poder que se sitúa por encima incluso de los votos cada 4 años en los que sólo nos dejan cambiar  nombres. Se da por supuesto que las reglas de juego asegurarán que no haya cambios en el sistema económico, no haya cambios en lo político y en consecuencia no haya cambios en lo social. Parafraseando a la Cospedal: “jugar, por parte del poder, a que la diana sea el pueblo, es jugar contra la democracia”.



Debemos asegurar con actitud combativa que las reglas de juego sean garantía de una mejor democracia, más fraternal, más igualitaria, más justa.

sábado, 6 de abril de 2013

¿Película?



La película más imbécil, torpe, plasta y hasta algunos cientos de adjetivos más que podría poner sobre la última película de Pedro Almodóvar, Los amantes pasajeros. Cogidos por sorpresa, sin antecedentes críticos, oídos o leídos, nos metimos en el cine a sufrir una verdadera traición a la ganas de ver una comedia y soltar unas risas. Ni risa ni sonrisa: a los 3 minutos de película nos temíamos lo peor y no puedo dar razones de por qué no nos fuimos en el minuto 10.

Qué cantidad de horteradas facilongas, superficiales, plumíferas y plomíferas; qué cantidad de estupideces absolutamente pasadas de moda; qué inútil y autocomplaciente trabajo de este Almodóvar. ¿Qué quería ofrecer al espectador este trabajo increíble (no creíble) e invisible (no visible) del manchego?. Ni en la movida madrileña encajaría esta película, esta bobada, absolutamente decepcionante. Dice mi hijo que no vale ni para bajársela de internet. Y qué rabia da gastarse la pasta en esto. Le pongo un cero patatero.