Fotocomedor

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domingo, 12 de junio de 2016

Inmigrantes

“Ya no podemos permitirnos tomar del pasado lo que era bueno y llamarlo sencillamente nuestra herencia, despreciar lo malo y considerarlo simplemente como un peso muerto que el tiempo, por sí solo, sepultará en el olvido” *.
No, ya no podemos hacer eso porque no podemos olvidar el gemido que rasga en nuestra puerta y en nuestra conciencia, que no suena más allá y tan lejos de  nuestra perdida Europa para permitirnos despistar o ponernos de perfil ante nuestra miseria moral. Gimen e imploran cerca, muy cerca de nuestra puerta miles de gargantas de hombres, mujeres y niños que no nos van a permitir olvidar lo malo y mal del trato a los inmigrantes, porque el tiempo, por sí solo, no lo borrará de nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra memoria.

*Hanna Arendt, “Los orígenes del totalitarismo”

Amor

No pocas veces se encuentra uno enfrentado en un espontáneo coloquio a la pregunta de qué es el amor, pregunta socrática donde las haya que cuenta con la dificultad para definir fiablemente, objetivamente, este término eterno. Fuera más fácil descubrirlo por la vía del sentir y así acaba generalmente la búsqueda de la definición por una entrega jubilosa a definir qué es hacer el amor.
En estas cosas estaba cuando al poco tiempo descubro un texto de Foucault que arranca con las utopías, aquellos lugares inaccesibles en los que el cuerpo se borra, seguramente por su perfección, deseo ilimitado, y desembocando en la conciencia de sus contornos, su densidad, su presencia, su humanidad.
Cercando una posible definición, según el filósofo, “valdría decir que hacer el amor implica sentir que el cuerpo propio se cierra sobre sí mismo, que por fin se existe fuera de toda utopía con toda la densidad de uno entre las manos del otro: bajo los dedos del otro que te recorren, tu cuerpo adquiere una existencia; contra los labios del otro tus labios devienen sensibles; delante de sus ojos entrecerrados nuestro rostro adquiere una certidumbre y hay, por fin, una mirada para ver tus pupilas cerradas. Al igual que el espejo y que la muerte, el amor también apacigua la utopía de tu cuerpo, la acalla, la calma, la encierra en algo así como una caja que después sella y clausura; es por eso que el amor es tan cercano pariente de la ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte. Y, si a pesar de esas dos peligrosas figuras, nos gusta tanto hacer el amor, es porque cuando se hace el amor el cuerpo está aquí”.*

Humano, muy humano. 
*( Michel Foucault, “Topologías”, Fractal nº 48, enero-marzo, 2008, año XII, volumen XIII, pp. 39-62.

martes, 7 de junio de 2016

Selección

¿Qué tiene una fotografía para que pienses que puedes compartirla?. Sólo la agradable sensación de que cualquier otro la disfrute movido por parecida sensibilidad y sentido al contemplarla. Desde ese punto de vista, ofrecerla es un acto de generosidad. Quien no la reciba como tal me adelanto a pedir perdón....no quisiera importunar.

domingo, 5 de junio de 2016

Futuro

Los niños están creciendo. Sólo en un cielo azul muy despejado, hay un par de nubes a las que inconscientemente dirijo la mirada. Me da un poco de rabia. Ese par de nubes están en el futuro, están en ese devenir del que Montaigne decía que nos aparta de los hechos actuales. Ese futuro nos hace permanecer más allá, poco concentrados en nosotros mismos  y en quien tenemos al lado, aquí y ahora. Ese más allá es el temor, o la esperanza, o a veces el deseo de ser o sentir de otra manera. Cierto es que somos tan presuntuosos, o tal vez tan ingenuos, que incluso nos preocupamos de aquello que se sitúa más allá de nuestra vida. Cita el propio Montaigne a Séneca y a Epicuro. El primero tenía claro que todo espíritu que está preocupado por el devenir, al final es un desdichado. El segundo dispensaba a sus discípulos de la previsión y la preocupación por el porvenir para ir construyendo la convivencia serena, la amistad, la sabiduría.
Si amar es estar atento, procuraré estarlo, para intentar un presente más sereno, más amigable, más sabio.