Estuve leyendo el documento de apoyo internacional a Podemos en el que se subraya que ante el paisaje
desolador que las políticas de austeridad han diseñado para la Europa del Sur,
es esperanzador que surjan alternativas dispuestas a dar la batalla de la democracia,
los derechos sociales y la soberanía popular. Las medidas del neoliberalismo
imperante son el mejor caldo de cultivo para el regreso y avance de la
xenofobia y el fascismo.
Con este trasfondo, J.M.Lasalle,
Secretario de Cultura, abre un debate con su artículo diciendo que las pasadas elecciones europeas sitúan a España y
a Europa al borde del abismo de Weimar (proceso histórico del ascenso del
fascismo en Alemania), con un crecimiento del populismo en el que sitúa de
manera paralela al fascismo griego, francés, etc, y la izquierda griega y
española, o sea a Podemos. Para él, Podemos es la anti política, paso necesario
y antesala del totalitarismo que lo que mueve es una pura emocionalidad que
pasa de los “cauces deliberativos
racionales” propios de la legalidad institucional. El discurso de Podemos,
según Lasalle, es pura superficialidad ligada al espectáculo tontuno de la
telebasura. En consecuencia advierte de que ese populismo puede conducirnos a
una situación tan alarmante como la que significa que el pueblo asuma el
experimento de vivir peligrosamente por pura deportividad.
En respuesta a este artículo, Germán
Cano, profesor de Filosofía de la UAH, arremete contra Lasalle y su etiquetaje
de populismo a todo lo que se menea,
argumentando que este concepto de populismo es un cajón de sastre donde se
mezcla todo para evitar el verdadero debate: el agotamiento de las políticas
tradicionales representadas fundamentalmente por la socialdemocracia y el
conservadurismo. Si en la república de Weimar se alzó un proceso totalitario fue
entre otras cosas por desarmar a la democracia de base, combativa y popular,
por lo tanto, el ascenso del fascismo europeo es el efecto boomerang del
vaciado de participación política que viene propiciado por la mera gestión
técnica de los mercados que han llevado a cabo los socialdemócratas y
conservadores del bipartidismo. De ahí que comparar a los de Le Pen, franceses,
o a los de Aurora Dorada, griegos, con Podemos es ignorar
muy malintencionadamente que la estrategia de Podemos es el mejor cortafuegos
contra la xenofobia y el fascismo.
Este debate pone de manifiesto,
según me apunta mi amigo M., que la derecha tiene miedo (“lo que hoy parece imposible, mañana puede configurar nuestra angustia
cotidiana”) a la manifestación, de momento electoral, de un hartazgo
transversal hacia lo que Lasalle llama “arquitectura
institucional” que no es otra cosa que los instrumentos de legitimación del
poder mediante unas reglas de juego que hasta hoy han asegurado la “alternancia”
PP-PSOE.
Para la derecha se trata entonces
de legitimar la hegemonía actual y se trata de advertir que se debe configurar
una estrategia a corto plazo para las elecciones y una estrategia de fondo que
aniquile si es posible, todo discurso que se presente como referente utópico
alternativo, cosa absolutamente necesaria para poder imaginar que lo dado no es
lo único posible. No estamos en el fin de la historia como postulaba Fukuyama
tras la desaparición de los bloques y la preponderancia del capitalismo.
Dato aparte es el análisis de la
retórica fascista. Decíamos que probablemente es el neoliberalismo el que ha
propiciado el aumento del fascismo en Europa y que de la mano de la crisis
financiera, la ultraderecha está utilizando el nacionalismo exacerbado como elemento de distracción y desvío de atención de los problemas políticos, sociales y económicos, y lo hace con un
lenguaje parecido al que utilizaban los nazis. Por eso no podemos subestimar
esa retórica que, como ejemplo, representa este perfil que muchos trabajadores
votan:
“Nos han arrebatado toda nuestra soberanía. Valemos sólo para que el
capital internacional se permita llenarse los bolsillos con el pago de los
intereses.(…) Tres millones de personas se han quedado sin trabajo ni apoyo de ninguna clase. Los
funcionarios, es la pura realidad, sólo trabajan para ocultar toda esa miseria.
Hablan de tomar medidas y de no olvidar los aspectos positivos. Las cosas van
cada vez mejor para ellos y cada vez peor para nosotros. La ilusión de
libertad, paz y prosperidad que se nos prometió cuando quisimos tomar nuestro
destino en nuestras propias manos está desvaneciéndose. Estas políticas
irresponsables sólo pueden arrojar un resultado: el más completo y total
hundimiento de nuestro pueblo”.
No parece una descripción de lo
que ocurre en Europa hoy? Pues estas palabras son ni más ni menos que las de
Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi, expresadas en la revista Der
Angriff en 1927 (citado en “El Sur pide la palabra” de Zizeck).
Debate habrá para rato.