Fotocomedor

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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Barcelona

De mi lectura del Quijote me quedo, porque me apetece ahora más que nunca, esta impresión que tuvo Don Quijote cuando llegó a Barcelona. Quiero que siga siendo, por encima de avatares políticos, lo que ya era en el siglo XVII a vista de nuestro ingenioso caballero de la triste figura.


“…archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades y en sitio y belleza única”.





martes, 29 de septiembre de 2015

Cronica

Es la primera vez que acudo a una jornada completa de elecciones democráticas. He ido como apoderado de una candidatura y me apetecía además la experiencia. En este caso, el día elegido era las elecciones al Parlament de Catalunya del 2015, es decir, a priori, las unas elecciones históricas dado el carácter plebiscitario que le han querido dar las candidaturas que propugnaban la independencia de Catalunya. Adelanto que consiguieron que fuera plebiscitaria la jornada.
No soy independentista. Creo que lo que más ofende mi dignidad como ciudadano, como trabajador, es el ataque neoliberal que arrasa mis derechos, en las relaciones laborales, en la sanidad, en la educación, en la justicia, en la libertad ahora cercenada con leyes como la ley mordaza,etc. Y sobre todo mi deseo de lucha contra la desigualdad, porque es evidente que soy igual de mártir ante el poder (financiero, de mercado,etc) que cualquier otro ciudadano del resto de España. En Catalunya, además, quien ha estado al frente del poder autonómico ha sido un alumno fiel de esas políticas, cuando no maestro en su aplicación. Estos de aquí como los de más allá quieren convertir los derechos en privilegios y mi lucha prioritaria es impedirlo. Añado la enorme corrupción hasta las trancas de los que hoy se presentan entre los independentistas, cuando además no lo han sido nunca.
Pero bien, más allá de mi posición política, quería quedarme con los matices de lo cercano, de lo pequeño, en un día de votación, que por cierto lleva en sí mismo una importancia capital de nuestras libertades, algo amenazadas últimamente por estructuras supranacionales a las que nadie ha votado.
La crónica que sigue me la imagino similar a todos los colegios electorales, sean de donde sean.
Empecé por recoger las credenciales de apoderado un día antes en el local de la candidatura. Junto a mis otros compañeros veo que todos somos mayorcitos: mal síntoma. Se han podido cubrir todos los colegios? No. Mal síntoma. Nos recuerdan que sólo pueden votar los nacionales, nada de extranjeros.
A las 8 de la mañana se abre el colegio electoral. Nos recibe la funcionaria de la administración, que con buena disposición y diligencia inicia los trámites. Las dos primeras mesas sin problema de presidentes y vocales, la tercera: mal síntoma. No se presenta la titular, no se presenta la suplente y le toca…..a la tercera, que ni por el forro venía preparada para ser presidenta de nada. Firma de mala gana y deja patente su rebote en el gesto, en la mirada, en los bufidos, maldiciendo a todos los dioses. No acabó su mala suerte ahí. Le tocaron dos vocales elegidos por el mismo Dios que le entregó la presidencia: un abuelo de ochenta años y un discapacitado físico del 40%. El equipo no prometía. Menos mal que, para todos, que éramos novatos, estaba la chica de Correos que sabía más que los ratones colorados en lo del procedimiento, las actas,los sobres,etc. Se supone que todo el mundo se debía haber leído las instrucciones pero……
Constitución de las mesas.
Empieza la votación a las 9 horas y entró una avalancha del tamaño de un sunami. La gente mayor y la gente muy mayor los primeros. Arranca la primera mesa con tres mujeres que iban como una moto de GP. Arranca la segunda mesa que iban como una moto. Arranca la tercera mesa que iba como un triciclo infantil. Y es que, desde fuera, esa persona que busca en el mar del censo electoral y necesita mirar tres veces en DNI para recordar el nombre completo, se hace interminable. Y es que, desde fuera, esa persona que con muy buena voluntad escribe, con buena letra caligráfica de la que hacía años que no utilizaba, nombres como (me lo invento)José-Miguel García de Enterría y Martinez-Conde Vallejo, se hace sencillamente desesperante. Y en el medio, la presidenta rebotada. Me miraba la pobre y con sus movimientos oscilantes de cabeza seguro que se estaba repitiendo ¡qué he hecho yo para merecer esto¡.Los límites personales cuentan pero la vocación de ser útil a la comunidad también y el caso que refiero era así.
En la cola.
Desespero, calor de la concentración humana en pasillos no calculados y en la sala de las mesas. El tiempo pasa lento.
-Qué hacéis que esto no se mueve?.
-Encima que me tocáis los cojones para votar, tengo que aguantar esto (una mujer)
-Esto lo arreglaba yo en dos minutos ( le sobraba uno para arreglar el país entero).
-Aquí hay gente que se cuela.
-No, mire, es que votan en la otra mesa y otras personas mayores necesitan sentarse.
-Eso dicen todos..!!
Pero la mayoría aplastante, cargaditos de paciencia y comprensión cuando explicabas el detalle.
En las papeletas.
Cuidadito con los del partido tal, que se aprovechan de los que no saben qué votar. Cuidadito con tapar algunas papeletas con otras. Cuidadito con el cuidadito de cada apoderado de candidatura….
-Oye ¿cuál es el partido del coletas?
-Oye ¿cuál es la del si?
-Oye ¿cuál es la del no?
En la urna
-He traído el carnet de mi marido que está malo.
-He traído una autorización firmada
-He traído la tarjeta del censo ¿ya vale no?- No, no vale, ha de ser el DNI.
 –¡Joder con la burocracia! .
Delante de la urna de la presidenta rebotada, un votante le dice (todo en catalán):
-Oiga, vengo a votar que sí.
-Bueno, pues cuando meta el sobre.
-Pero es que quiero decir que sí.
-Bueno pues cuando meta el sobre diga sí.
Mete el sobre y dice: ¡siii!, con una mirada fija entre desafiante y perdida. Su mujer tercia y quiebra: - Vamos Jaime. Lo has hecho muy bien. Vamos ya para casa que la comida está hecha.
Anécdotas para un volumen de votantes del 77 % de 3000 personas censadas. No estaba mal. Gente y más gente, sillas de ruedas, tacatás, muletas….nada impedía votar. Fotos votando, selfis colectivos, individuales…había trascendencia.
Al cierre
Son las 8 de la tarde y este apoderado, reventado de ir y venir todo el día. Empieza el baile de contar, los sobres, las papeletas, los registros, que todo cuadre. No cuadra nada. Cielos!, otra vez a contar…pero si sólo es uno. Da igual, a empezar otra vez. La culpa la tuvo la lista más votada, claro. Ahora todo cuadra…aplausos espontáneos y relajada ya hasta la presidenta rebotada.
Con el lumbago a punto para una fiesta me dejo caer, con las actas de la sesión, en mi candidatura y me dan el estacazo: 11 diputados, unos pocos menos que los 25 aspirados. Mal síntoma. Regreso a casa a pie, sin transporte. Rematando. Está claro que los plebiscitos necesitan estrategias simples, sin matices y nosotros no lo hemos hecho.

Sentado a las tantas en mi casa, sin mover un pie, recupero una saludable sensación de sacrificio por la democracia: vale la pena hacerlo cada vez que sea necesario.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Don Quijote en verano.

Empecé el Quijote con una sorpresa pues se dirigía a mí desde la primera línea: “desocupado lector: sin juramento me podrías creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más directo que pudiera imaginarse”.¿Cómo lo sabía, cómo puede dar por supuesto que ponerse a leer el Quijote es por estar desocupado?¿Cómo sabía de mi desocupación, de mi relajado verano de nietos y fotografía, de mi mar de tarde arrullando el ritmo de la lectura sólo roto a momentos por los cambios posturales en la arena?.
He leído El Quijote sin apuestas previas, sin prejuicios, sin compromiso con nadie, ni siquiera conmigo, acompañado de una libreta y un bolígrafo como quien lleva una caña de pescar a la orilla para ver si cae algo. Y resulta que lo que caía era desbordante porque no era posible un apunte sino cientos. Con la idea de anotar lo importante, resultó que el placer de reír, a veces a carcajada, superó las ganas de subrayar nada, so pena de subrayarlo todo. ¿Cómo se puede anotar una risa? De qué te ríes si están leyendo El Quijote?. Pues por eso, porque lo estaba leyendo. El Quijote es de esos libros que de pequeño uno ha de trastear hasta romperlo, porque llama la atención, porque sirve para hacer casitas, porque es un arma arrojadiza, etc. De joven puede servir para hacer el fantasma con gafas intelectuales. De mayor es un disfrute interminable. Paladear el idioma, reír, llorar, zarandear la ternura, traspasar la inteligencia, revelar la ironía, entender la honradez, la amistad, el amor.

¿Debo decir que me lo he pasado genial? Por si acaso: me lo he pasado en grande!. Me he vuelto durante bastantes días tan loco por Don Quijote como loco éste por sus libros de caballerías. Como decía Muñoz Molina, cada uno elige su Edén en verano y Don Quijote ha sido el mío (con permiso de mi pueblo).
Y es que El Quijote es relato de una aventura detrás de otra sobre el hilo constante de una historia de amor, tan perfecta que sólo Platón la entendería. Es una novela con dos personajes que intercambian sensibilidades, reconocimiento mutuo a veces a su pesar. Se reconocen entre ellos la majadería pero a la vez les salva cuando viene acompañada por la entrega y la generosidad sin límites. Tienes la convicción que haga lo que haga cada uno de ellos, el otro lo comprenderá, lo asumirá, lo defenderá. Dice Sancho Panza de su amo, ante otro escudero que tacha a su señor de bellaco lo que sigue: "Digo que no tiene nada de bellaco, antes tiene un alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie sino bien a todos, no tiene malicia alguna, un niño le hará entender que es de noche en mitad del dia, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga". La crítica de uno al otro y del otro al uno se hace y se excusa ante terceros porque las apariencias sociales lo exigen y se deben respetar.
El Quijote es un repaso a la sabiduría transversal, la de los amos, la de los escuderos, la de los sirvientes, los licenciados, los pastores, los enamorados, los lerdos,,,,,,cada uno en su trocito, la suma de una sabiduría inabarcable.
No se trata aquí a la locura como el desorden sin sentido de nuestra alma, al contrario, es una locura con la fuerza de la retórica que pretende un arreglo de los entuertos, de los acontecimientos no ajustados a la idea de justicia, de la denuncia de los desarreglos en la ética :“Mira Sancho, donde quiera que esté la virtud en eminente grado, es perseguida”. Pretende esta locura liberarnos de todo lo que rodea al mal, un mal representado siempre por las fuerzas más allá de lo humano, de ahí nuestra inocencia, porque el mal con origen en lo humano es modificable con la enorme fuerza de la palabra. Es por tanto una idea de esperanza y de consuelo. En los encantamientos que repetidas veces sufre Don Quijote, es donde se produce la rotura de la razón, la rotura de lo conocido, el acceso de lo incomprensible y contra esa fuerzas no duda en utilizar la palabra y los mandobles, aunque le vaya la vida en ello. Se trata de cumplir con el deber hasta la extenuación.
Qué esfuerzos hacen los demás para tratar de arrancar un convencimiento tan fiel a las ideas y valores de los caballeros andantes: “Para mí que este gentilhombre debe tener vacíos los aposentos de la cabeza”. Qué esfuerzos para enfrentarlo a la machacona realidad de las cosas, como si les fuera en ello el conjuro al miedo ancestral de la incertidumbre, pero Don Quijote responde: "Así que casi me es forzoso seguir el camino de Marte (las armas) y por él tengo de ir a pesar de todo el mundo y será en balde persuadirme a que no quiera yo lo que los cielos quieren. la fortuna ordena y la razón pide y, sobre todo, mi voluntad desea". 
La locura nos acerca a los abismos de lo que somos y del cómo somos y tiene un atrevimiento extraordinario para hacernos sentir el vértigo: “Dios te tenga en su mano Don Quijote, que me parece que te despeñas desde las altas cumbres de tu locura hasta el profundo abismo de tu simplicidad”.
La aceptación de la razón en el lecho de muerte, en su réquiem musical orquestando él mismo su final, encontramos un reconfortante suspiro de salvación. Ya somos normales. Ya somos el sentido común de Sancho con el resquicio de sacar de esto lo que podamos. Hemos quedado el paseo por la locura en una aventura, sólo una grandiosa aventura.
He leído el Quijote y tengo la sensación de no poder decir que efectivamente lo he leído. Repaso notas y vuelvo sobre el texto y me doy cuenta de todo lo que me había dejado a un lado, ora una palabra, ora una expresión, ora un rebuzno iletrado, ora un rebuzno letrado, ora una trascendencia que no refutara el mismo filósofo Aristóteles si resucitara para ello.

No quiero decir más que he leído el Quijote, quiero decir siempre que lo sigo leyendo.