La película más imbécil, torpe, plasta y hasta algunos
cientos de adjetivos más que podría poner sobre la última película de Pedro Almodóvar, Los
amantes pasajeros. Cogidos por sorpresa, sin antecedentes críticos, oídos o
leídos, nos metimos en el cine a sufrir una verdadera traición a la ganas de
ver una comedia y soltar unas risas. Ni risa ni sonrisa: a los 3 minutos de película
nos temíamos lo peor y no puedo dar razones de por qué no nos fuimos en el
minuto 10.
Qué cantidad de horteradas facilongas, superficiales, plumíferas
y plomíferas; qué cantidad de estupideces absolutamente pasadas de moda; qué
inútil y autocomplaciente trabajo de este Almodóvar. ¿Qué quería ofrecer al
espectador este trabajo increíble (no creíble) e invisible (no visible) del
manchego?. Ni en la movida madrileña encajaría esta película, esta bobada,
absolutamente decepcionante. Dice mi hijo que no vale ni para bajársela de internet. Y qué rabia da gastarse la pasta en esto. Le pongo
un cero patatero.
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