Fotocomedor

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viernes, 26 de julio de 2013

Absolución



Y leí este libro, Absolución, de Luis Landero, escritor al que le tengo bastante apego y le sigo de cerca. Buen lenguaje, especial cuidado del concepto y el adjetivo, con precisión y por delante una buena historia, personajes solventes, distintos, creíbles, bien dibujados.



Nos cuenta la vida de un ser anodino. Lino, que son de aquellos que no ha sabido nunca si decide él o deciden los demás por él, lo cual hace entrever que algo, en algún momento se desequilibrará.



En su mirada atrás, en años de facultad, encuentra a Inés de la que parece convencido de sus encantos, puro enamoramiento que se deshace por una visión: la encuentra comiendo un huevo duro a dos carrillos y bola en medio: se rompió el encanto. El instante, la gota que colma el vaso por un hecho que parece insignificante arrasa con todo. Un segundo y una imagen que te hace cambiar la vida y que cualquier pregunta, cualquier por qué, no tendría respuesta pues manda el corazón. ¿Dónde está la razón para auxiliarle? La realidad muta en ese instante y da igual todo lo que la haya precedido. Y no es absurdo.



Pero la vida sigue ofreciendo trenes a los que subirse y sencillamente dejarte llevar por ellos. Conoce a Clara que no hizo mucho más él por ella que ella por él.  Geniales descripciones en esta novela de esos momentos de la seducción, la suma de pequeños detalles, calculados o intuidos, que tienen la intención, más allá del deseo, de hacer camino hasta el compromiso que pretende ser para siempre feliz.



Un incidente, una amenaza violenta de un desconocido que lo acorrala, desemboca en una reacción poco heroica, casi atolondrada pero eficaz. El desconocido lleva una navaja y él lleva una bolsa con un pesado regalo que blandiéndola torpemente consigue acertar en la cabeza al acechador. Lo mata.



Empieza una huida a partir de ese momento, inexplicable. Huye del crimen pero fundamentalmente huye de todo lo demás: de casarse el lunes y estamos a jueves, de sus padres, su trabajo. Huye de lo calculado. No sabe qué busca pero sí sabe qué es lo que no quiere encontrar. Tal vez tiene una buena razón para huir; tal vez tiene una buena razón para demostrarse a sí mismo quién es, quién manda en su destino.



Arrancan los días de libertad, de no ataduras. Se convierte en puro objeto de aventura cuando ésta significa enfrentarse a la arbitrariedad de la Naturaleza y se abandonan los labrados surcos de la cotidianidad. Conoce a personajes alucinantes, Galvez, Olmedo, que parecen darle relieve y significado a su rumbo errático, indefinido. Ya no se trata de hablar de la vida, se trata de vivirla. Pero no pocas noches de lavado de conciencia ha de resistir: novia abandonada, padres, sobre todo padre, perdido y sobre todo una miseria que acompaña a un poco acostumbrado ser libre.



Queda por descubrir si volverá a los surcos rectilíneos de la seguridad, si volverá a la placidez de lo conocido, lo calculable, lo abarcable. Incluso quedará por descubrir si será capaz de amar, sobre todo como ama platónicamente  su  admirado señor Levin, que seguía esperando tras muchos años a aquella Paula que lo abandonó y convencido de que algún día volvería pidió a Lino que fuera su albacea sentimental, que fuera él que le dijera todo lo que hubiera querido decirle y que escuchara todo lo que hubiera querido escucharle.



Quién sabe si Lino volverá a huir en el último instante.

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