Y leí este libro, Absolución, de Luis Landero, escritor al
que le tengo bastante apego y le sigo de cerca. Buen lenguaje, especial cuidado
del concepto y el adjetivo, con precisión y por delante una buena historia,
personajes solventes, distintos, creíbles, bien dibujados.
Nos cuenta la vida de un ser
anodino. Lino, que son de aquellos que no ha sabido nunca si decide él o
deciden los demás por él, lo cual hace entrever que algo, en algún momento se
desequilibrará.
En su mirada atrás, en años de facultad,
encuentra a Inés de la que parece convencido de sus encantos, puro
enamoramiento que se deshace por una visión: la encuentra comiendo un huevo
duro a dos carrillos y bola en medio: se rompió el encanto. El instante, la
gota que colma el vaso por un hecho que parece insignificante arrasa con todo.
Un segundo y una imagen que te hace cambiar la vida y que cualquier pregunta,
cualquier por qué, no tendría respuesta pues manda el corazón. ¿Dónde está la
razón para auxiliarle? La realidad muta en ese instante y da igual todo lo que
la haya precedido. Y no es absurdo.
Pero la vida sigue ofreciendo
trenes a los que subirse y sencillamente dejarte llevar por ellos. Conoce a
Clara que no hizo mucho más él por ella que ella por él. Geniales descripciones en esta novela de esos
momentos de la seducción, la suma de pequeños detalles, calculados o intuidos,
que tienen la intención, más allá del deseo, de hacer camino hasta el
compromiso que pretende ser para siempre feliz.
Un incidente, una amenaza
violenta de un desconocido que lo acorrala, desemboca en una reacción poco
heroica, casi atolondrada pero eficaz. El desconocido lleva una navaja y él
lleva una bolsa con un pesado regalo que blandiéndola torpemente consigue acertar
en la cabeza al acechador. Lo mata.
Empieza una huida a partir de ese
momento, inexplicable. Huye del crimen pero fundamentalmente huye de todo lo
demás: de casarse el lunes y estamos a jueves, de sus padres, su trabajo. Huye
de lo calculado. No sabe qué busca pero sí sabe qué es lo que no quiere
encontrar. Tal vez tiene una buena razón para huir; tal vez tiene una buena
razón para demostrarse a sí mismo quién es, quién manda en su destino.
Arrancan los días de libertad, de
no ataduras. Se convierte en puro objeto de aventura cuando ésta significa
enfrentarse a la arbitrariedad de la Naturaleza y se abandonan los labrados
surcos de la cotidianidad. Conoce a personajes alucinantes, Galvez, Olmedo, que
parecen darle relieve y significado a su rumbo errático, indefinido. Ya no se
trata de hablar de la vida, se trata de vivirla. Pero no pocas noches de lavado
de conciencia ha de resistir: novia abandonada, padres, sobre todo padre,
perdido y sobre todo una miseria que acompaña a un poco acostumbrado ser libre.
Queda por descubrir si volverá a los
surcos rectilíneos de la seguridad, si volverá a la placidez de lo conocido, lo
calculable, lo abarcable. Incluso quedará por descubrir si será capaz de amar,
sobre todo como ama platónicamente
su admirado señor Levin, que
seguía esperando tras muchos años a aquella Paula que lo abandonó y convencido de que algún día volvería pidió a
Lino que fuera su albacea sentimental, que fuera él que le dijera todo lo que hubiera
querido decirle y que escuchara todo lo que hubiera querido escucharle.
Quién sabe si Lino volverá a huir
en el último instante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.