Cita programada por internet.
Mesa en restaurante de la Vila Olímpica pues la ocasión merece la excepción
gastronómica: 35 años de casados. No es poco y pocos somos los que contamos con
esos años juntos.
El restaurante bien podría haber
sido reservado exclusivamente para nosotros pues estuvimos completamente solos.
Ambiente romántico, desde luego, no faltó: mesa al lado del un pequeño lago con
unas figuritas en medio que proyectaban un lánguido sonido del agua. El
silencio era inverosímil dada la zona en la que está pero era de agradecer y
nuestra mesa situado bajo los pinos. Fue una cena agradable, un menú correcto y
servido por el dueño que lo tuvimos lógicamente en exclusiva. Intercambiamos
largo diálogo ya consumidos los postres: arte, un poco de filosofía (Bertrand
Russell fue Nobel de Literatura, no de la Paz como insistió contra mi
inseguridad), algo de Literatura y surgió, cómo no, Borges. Lo digo porque el
dueño era argentino.
Pues bien se citó uno de los cuentos
de Borges que yo desconocía y que recordándolo vagamente se resumía, más o
menos, en que un escritor que está condenado
a muerte pide en su último deseo acabar su novela, su libro. La idea impactante
que tienen los cuentos es su mejor característica pero ésta me pareció extraordinaria.
Un escritor que ha de acabar su obra
literaria y que a la vez eso significa que ha llegado el momento de su
muerte. ¿Cuándo decide un escritor escribir la última palabra?¿Cuándo lo decide
si sobre todo pende de él esa espada de Damocles? ¿Qué última palabra escogerá
para el fin que es su fin? Lo abrumador es que se expresa una necesidad de
escribir absolutamente asombrosa y además llevada al límite.
Curiosamente estoy leyendo una
novela que va de escritores y su proceso de creación artística. Es un constante
e interesante diálogo entre dos amigos y lo toca casi todo para desembocar
probablemente en una reivindicación de los clásicos en literatura. El libro se
titula “Moo Park” de Gabriel Josipovici y buena traducción al catalán, a mi
parecer,de Ferran Ráfols. En esta novela habla un personaje de su labor como
escritor desde la idea de que cuando empezó a escribir lo hacía para despejar
su cabeza, no porque tuviera “nada que decir” ni explicar historias bonitas
sino simplemente para despejar su cabeza y no volverse loco. Escribe para
liberar su imaginación, no para halagarla. ¿Qué le habría dicho el escritor del
cuento que pide acabar su novela antes de morir, al personaje de “Moo Park” que
escribe para liberar la imaginación?¿Es comparable la necesidad de escribir que
tienen ambos personajes? En cualquier caso, ésa necesidad de contar es lo que
me apasiona, ésa necesidad de contar, independientemente de su acierto, es lo
que me parece esencial para la Literatura. Es como la materia prima
imprescindible para que algo escrito tenga la potencialidad de ser literario. Y
esencial es también la honestidad del que escribe. Aquí no puede, no debe,
haber engaño ni manipulación.
Me acordaré de este 35 aniversario
de boda por estos detallitos que cuento y otros que mejor me los quedo para mí.
"mesa al lado del un pequeño lago con unas figuritas en medio que proyectaban un lánguido sonido del agua. "
ResponderEliminarSe trata de una pequeña escultura representando al Cobi, (mascota JJOO Barcelona 92)
Muchas felicidades
¡¡¡Sasto!!!. Gracias amigo
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