Esta tarde de invierno, con algo
de frío en cuerpo y alma, me encuentro la cita(*) que literalmente expresa un
estado de ánimo en lo político, una reflexión sobre el mal social contemporáneo
dicho con palabras de ¡finales del siglo XIX!:
“No me cabe ninguna duda de que el mundo en el que vivimos puede
vivirse. Pero no por ello deja de ser un mundo de injusticia social en el que
no hay libertad igual para todos (y, por tanto, para ninguno); un mundo de
guerras, miserias y hambres sociales en el que no hay razón virtuosa ni
felicidad en todos (y, por tanto, en ninguno). Entonces, decir de este mundo
que “puede vivirse” es más una afirmación histórico-natural que
histórico-moral. Este mundo real de fin de siglo es culturalmente bárbaro en su
refinamiento. Me produce espanto el modo con que resuelve el antagonismo social
y las imágenes que tengo de este modo moderno de vida son desgarradas y
perplejas, cuando no trágicas.[…]. Este es un mundo que a la vez que me indigna
y me subleva, me hace seguir siendo idealista y escéptico, ambas cosas juntas.
Es decir, me hace ser un perdedor y lo que para mí es lo mismo: un racionalista
infeliz.”
Es como un autodiagnóstico de los
síntomas producidos por lo que creo que es bastante común a todos:
desmantelamiento del llamado “estado de bienestar”, desigualdad creciente,
injusticias sangrantes, guerra, pobreza,
corrupción, fundamentalismos descerebrados,etc, etc,.Vivo con problemas este discernir entre lo subjetivo
y lo objetivo que exige esta voluntad
mía de racionalismo o lo que es lo mismo, voluntad de entender esta puñetera
realidad.
(*) Se trata
de J.Lapv, autor de una obra inédita: “Crítica política”.(Citado en un artículo
de Pablo Ródenas en la revista Anthropos)
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