El otoño de nuestro tiempo
madura labios y frutos del deseo.
Su luz fascina mis ojos viejos,
estrellas apagadas de profundos cielos.
Mi voz te clama en los ecos,
que dejan las hojas otoñales
rotas por anhelantes dedos,
buscando sendas en tu perfil entero.
Se acelera el corazón ardiendo
y espanta a las aves que ven
como bebo de tu cuerpo.
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