De mi lectura del Quijote me quedo, porque me apetece ahora más
que nunca, esta impresión que tuvo Don Quijote cuando llegó a Barcelona. Quiero
que siga siendo, por encima de avatares políticos, lo que ya era en el siglo
XVII a vista de nuestro ingenioso caballero de la triste figura.
“…archivo de la
cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los
valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes
amistades y en sitio y belleza única”.
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