El miércoles pasado, 21 de junio, me sentí (entendámonos) Galileo Galilei.
Por este personaje siento veneración y recuerdo el momento de emoción que
supuso estar ante su tumba, en la Santa Croce de Florencia. Me parece uno de
los personajes que más han contribuido al desarrollo, no sólo científico (padre
del concepto) sino por sus consecuencias para la física, la cosmología y la
filosofía. Pues bien, digo que me sentí Galileo porque como él dirigí un
telescopio al cielo para observar a Júpiter y sus satélites, los galileanos
Calixto, Ganimedes, Europa e Io, que
cito desde el más lejano hasta el más cercano. Tienen un curioso movimiento: mientras
Ganímedes da una vuelta a Júpiter, Europa da dos e Io da cuatro.
Este telescopio, de la Agrupación Astronómica de Sabadell, es uno un poco
más grande y algo más preciso que el de Galileo (je,je, tiene 500 mm), pero su
mirada seguro que fue mucho más sagaz y afinada que la mía. Galileo no podría
haber visto, como yo, la sombra que proyectaba Io sobre el planeta, ni tampoco ver
aparecer a Europa por detrás de Júpiter durante un minuto y medio y desaparecer
tras la sombra del mismo planeta. Para mi ha sido una oportunidad fantástica
pues casi nunca tengo oportunidad de poder contemplar estas curiosidades de la
mecánica celeste. Aficionado como soy a la fotografía eché a faltar mi cámara para poder
inmortalizar las secuencias.Vi también a Saturno con tanta nitidez que busqué
sin conseguirlo los rastros de alguno de sus satélites, al menos del más
grande, Titán.
He echado mucho de menos no haber compartido el momento con mi cuñado,J.F., pues algunos ratos de éxito hemos tenido con su telescopio, un Celestron de 200mm de apertura. Quedará en mi retina la estupenda jornada astronómica de este 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.