De lo que he leído de Philip Roth, extraigo la idea de que
es perfectamente capaz de hablar, de hacer entender ilustrándolo con sus
personajes, el significado de la exclusión social, ya sea por religión, ya sea
por enfermedad, por ideas, por raza, por sexo, etc., y lo hace para mi gusto con verdadera maestría.
La hipocresía, la superficialidad, la banalidad, van tomando relieve en la
caracterización de sus personajes y sus historias, como es esta de La Mancha Humana.
Esta importante novela nos presenta a un reputado profesor de
la Universidad de Athena, en Columbia, que pasando lista un día a sus alumnos
se da cuenta que hay dos que no vienen nunca a clase, hay dos nombres que no
aparecen nunca en el aula. Suelta entonces una pregunta casi retórica ¿Conoce
alguien a estos alumnos? ¿Tienen existencia sólida o se han hecho “negro humo”?
No parecían tener mayor trascendencia estas preguntas, pero se da la
circunstancia que esos dos alumnos que no asistían a clase eran negros. Aquí empieza su calvario.
Tras un proceso deprimente de acusaciones de racismo, de
abandono de apoyos, de traiciones descaradas por salvar lo políticamente
correcto, al final es expulsado de la universidad. Todo
el trabajo de eficiencia y modernización llevado a cabo durante años no le
sirvió para nada. Al contrario, su empuje renovador le granjeó envidias y
reproches interesados. El impacto de su caída en desgracia provoca la muerte de
su mujer: un asesinato en sus propias palabras.
Su enorme frustración , su autodestierro le lleva a guiar su
vida de otra manera aunque siempre con el resentimiento, con la injusticia
clavada en su memoria y… con un secreto: él es negro, “un negro de piel clara
de los que a veces se le toma por blanco”, es un negro judío y su familia negra . Él lo que tiene es un afán por ser él mismo, por hacerse a sí mismo, un afán
de búsqueda del yo, no un cambio del “nosotros los negros” por el “nosotros los
blancos”. No. Un ser incoloro. En el contexto de esta historia, los negros
siguen teniendo que dar importancia a ser negros, para bien o para mal,
mientras que lo blancos pueden elegir si es importante o no el color de la piel. Por eso en el afán
de libertad le cuesta romper con sus orígenes, paga un enorme precio, rompe con su madre, con su padre, con
sus propios hijos a los que va perdiendo en un mar de incomprensión cuando se
junta con una mujer que tiene la mitad de su edad (él,71 años).
Rechaza los clichés provocados por su relación sexual: “ Todo el mundo sabe”(por la mala reputación de la chica) es la manoseada y
superficial expresión, la trivialización de la experiencia y “lo que resulta
insufrible es la solemnidad y la sensación de autoridad que tiene la gente al
expresarlo. Lo que sabemos es que si hacemos abstracción de los clichés, nadie
sabe nada. No es posible saber nada. No sabemos realmente las cosas que sabes y
por lo tanto todo lo que no sabemos es asombroso”.
Se imponía por tanto un vivir con su fracaso social de una
manera modesta, de nuevo organizado como un ser racional y eliminando la
desgracia y la
indignación. Si se mantenía inflexible lo haría de manera
discreta y apacible. Una contemplación digna se imponía. No era necesario
observar conductas que le hicieran vivir como un personaje trágico. Se trataba
de lo primordial, algo que siempre parece una solución. Lo primordial. Siempre
es así y todo cambia con el deseo y la voluntad.
Pero todos arrastramos imperfecciones. Todos arrastramos una
mancha original como nuestro profesor, como su amante, como el propio narrador,
como la envidiosa y ocultamente enamorada traidora universitaria que lo delata,
como sus hijos. La mancha humana es un hecho y resulta históricamente terrible
limpiarla, perfeccionarla con raseros de virtud, revelada o no, con cruzadas
purificadoras. Es una modalidad de nuestra condición: la condición humana.
Lo dicho: un gran libro.
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