Cuido a mi nieta mientras duerme
y también cuando tiene activa vigilia. Me asomo a su cuna en el momento que
empieza a despertar y lo primero que me regala es una sonrisa de oro. Quién
sabe, puede que reconozca ese perfil
calvo, ese contorno de gafas, esa tonalidad de voz que se queda medio
rota por una ligera emoción. Lo que sabe seguro es que hay alguien que se la
come a besos, que le quita ese pañal incómodo, que le acerca a la boca el
biberón que ella atenaza con desespero. Tras todo este ritual de encuentro y
supervivencia, es mi voz, ahora convertida en lamentable nana, la que parece
darle seguridad porque desde luego llora muy pocas veces. Me mira con ojos
infinitos, inmóviles hasta que sus párpados van cediendo al balanceo y se entrecierran
lentamente, o se abren en un respingo de vértigo cuando el sueño está venciendo.
Después me acerco sigilosamente al crisol de sábana y cuna y la suelto de mis
brazos de pluma. Me pierdo entonces en algún resignado suspiro y grabo en esta
débil memoria los perfectos contornos de un bebé durmiendo. El tiempo queda
compensado en esta aislada, pero recogida y cálida, habitación de hospital.
Los tiempos son largos y a tres
palmos escasos de mi nieta, con la agudeza de centinela siempre alerta, voy
aprovechando otras ventanas más allá que la que a esta hora me da luz: las
ventanas que me ofrece la Literatura. Mientras ella duerme yo sujeto un
libro, me como renglones y renglones con satisfacción. Se abren mundos, se
abren caracteres, personajes, reflexiones, denuncias, vida, muerte y cualquier
aspecto de la inabarcable naturaleza humana. Este discurso eterno sobre la
verdad, la belleza, la justicia, está en el discurso literario, desde Platón a
Spinoza o Montaigne, o el incomparable Cervantes. Poesía, o novela, o ensayo,
qué mas da: riqueza literaria al fin. Los matices y las interpretaciones literarias,
el valor que les acompaña, te acercan al conocimiento por otra vía. Me gusta y
le agradezco a mi nieta tanto el tiempo que me quita, como ,visto de otra
manera, el tiempo que me regala.
Creo firmemente que esa pasión que le pones en ser abuelo es lo que hace que tus nietos te quieran con locura y te regalen mimos y sonrisas. Igual que la pasión que pones en ser padre, por eso tus hijos intentamos darte mimos y regalarte sonrisas. Un beso!
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