Ayer fui a una charla que servía
de fondo a la convocatoria de la “Marxa de la dignitat” que se prepara para
ir a Madrid el día 22 de Marzo.
Se habló de crisis, obviamente.
Una cris que ha desvelado la hipocresía del sistema capitalista y sus declaraciones
de principio. Sabido es que el sistema de responsabilidades venía a tenerse
como una gran virtud porque si hacías cosas buenas en orden a tus méritos, se
te premiaba y si hacías cosas mal, por mediocre, vago o cicatero, lógicamente
deberías asumir las consecuencias. Podríamos considerar bajo este sistema de
valores que el bienestar social era consecuencia de llevar a último término
esos principios de responsabilidad. Los defensores y teóricos del mercado, tan
realistas ellos, es lo que siempre han defendido. Pero parece más que evidente
que el susodicho sistema de responsabilidades no ha funcionado en absoluto y a
pesar de ello siguen intentando convencernos de aquellas inexistentes virtudes.
Que tenga dificultades la tienda de nuestra calle por culpa de las leyes del
mercado, no es lo mismo que tenga dificultades el Banco de nuestra calle por
culpa de las leyes del mercado. En el primer caso es lógico y en el segundo no.
Todo nuestro problema, apuntaba
la conferenciante, ha surgido de la deuda privada y, los gobiernos, entre
algunos caminos a elegir, han elegido el de salvar al sistema financiero, en
consecuencia, lo que era un problema privado se convierte en un problema
público, lo que era una deuda de especuladores, insensatos, corruptos y demás
jalea, se convierte en deuda pública, una deuda de todos.¿Por qué no dejar
hundir a los bancos que habían realizado malas acciones y dejar que se aplicara
el sistema de responsabilidades y la machacona ley del mercado?.Deberían probar su medicina.
Hemos pasado de una deuda del 37%
del PIB en 2007 a una del 100% en 2013. Podemos inferir una ley: en el sistema
capitalista, siempre se cumplirá que la deuda privada se convertirá en pública.
Nosotros nos lo tragamos y ellos tan contentos y por si fuera poco, encima
siguen especulando con la deuda pública, de la que siguen sacando tajada.
En este sistema capitalista hay
quien sí ha cumplido su parte del pacto social: los trabajadores, los
empleados, los autónomos, los funcionarios, es decir, todos aquellos que han
respetado las relaciones contractuales y que por culpa de los
insensatos, el “sunami financiero” se ha llevado las condiciones laborales,
sociales, incluso políticas, al garete. Quede claro: nosotros no hemos roto
ningún acuerdo.
En un artículo del profesor de la U.A. Félix Ovejero decía que el principio que tradicionalmente defendía la
izquierda de “ninguna desigualdad sin responsabilidad” es un buen punto de partida
para recuperar un razonable sistema de responsabilidades y afirmarlo en un
compromiso igualitario que no quiebra la cohesión social, sobre todo cuando se
están agudizando las desigualdades entre ricos y pobres, lo que nos lleva a ni
siquiera compartir problemas y soluciones porque no podemos ir en el mismo
barco. La pregunta entonces que viene seguida es: ¿cuál es la forma institucional
que permitiría materializar ese principio? Desde luego, camino largo nos queda
para que una regeneración democrática nos pueda acercar a algo que se le
parezca a una justicia social.
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