Cito a Zizek cuando explica una
historieta en la que un escritor comunista, Panait Istrati, visitó la unión
soviética a mediados de los años treinta, en pleno período de purgas masivas y
juicios ejemplarizantes. Un miembro del oficialismo que no dejaba de hacer
apología soviética trataba de convencerle acerca de la necesidad de emplear la
violencia contra los “enemigos” del pueblo ruso y le soltó un proverbio: “No se
puede hacer una tortilla sin romper los huevos”, a lo que Istrati respondió: “Estoy
totalmente de acuerdo. Ya veo los huevos rotos pero ¿se puede saber dónde está
la tortilla que usted menciona? Justamente eso es lo que se proclama desde el
FMI o la Troika cuando se nos pide, con una vuelta más de tuerca estos días,
que bajemos más los salarios, que gastemos menos de lo público, que liquidemos
nuestros derechos y reduzcamos nuestras esquilmadas economías. El discurso del
sacrificio que debemos asumir, los huevos rotos, servirá en el futuro para
hacer una tortilla (ya veremos quien se la come).
Llevamos a estas alturas varios
años de aplicación de fórmulas neoliberales que lo único que han demostrado son
su ineficacia, su inutilidad (ellos mismos reconocen errores en lo de Grecia,
Chipre,..) y sin embargo se insiste en ellas. Desde el inicio de la crisis ha
habido dos estrategias opuestas de salida de la crisis a nivel mundial: la
política de crecimiento, que utiliza el aumento del dinero circulante como ha
hecho EEUU y la austeridad europea que consiste en transferir el peso de la
deuda bancaria a cada Estado y que ha supuesto que las clases medias y
populares, con sus impuestos, sostengan el sistema mientras el fraude fiscal de
los ricos alcanza números innombrables. Pagar las cuentas de la deuda se hace
inviable. Como dice el griego Tsipras, la economía funciona como una vaca: se
trata de comer hierba y producir leche. Es imposible reducir en tres cuartas
partes la hierba que come la vaca y al mismo tiempo exigirle que cuadruplique
su producción de leche. Esa vaca moriría sin remisión.
La desgracia social que está
generando esta política de austeridad crea la inseguridad y el miedo que puede
sostener el sistema pero lo que puede que no lo sostenga mucho más tiempo es la
perdida de futuro, la pérdida de esperanza en que algo cambie. La presión que
están ejerciendo las instituciones financieras a nivel europeo y mundial, en
concreto la reducción de salarios, la reducción del gasto público, la
privatización sin medida de la energía, de la sanidad, la desregulación de los
mercados y la terrible especulación financiera, el desmantelamiento de la
sociedad del bienestar en definitiva, no es el resultado de una lógica
matemática económica dotada de neutralidad y fundamentada en el conocimiento,
sino que son el resultado de la aplicación de unos intereses parciales dirigidos
por los que ostentan el poder económico e institucional. Cuando hablamos de
democracia es a estos centros de
decisión a donde debe llegar.
La realidad se muestra cruda: índices
de pobreza hasta ahora desconocidos, pérdida de poder adquisitivo, ataque a las
pensiones, destrucción de las garantías laborales, desempleo a paladas,
vergonzantes índices de desigualdad…Que ante esta realidad algunos discursos de
izquierda parezcan simples o populistas no los desautoriza en absoluto. A estas
alturas resulta mucho más demagógico vender la idea de que lo sacrifiquemos
todo para salvarnos de la crisis. La salida de la crisis en estas condiciones
es una estafa monumental que lo único que pretende es convertir a la clase
trabajadora europea (a toda, no sólo a la del sur) en unos cuantos millones de
chinos más, absolutamente desprovistos de derechos laborales, de bajos
salarios, de bajo nivel de ciudadanía para ser “competitivos” y seguir
engordando los réditos financieros del uno por ciento de la población.
Ante tanto despliegue de
insensatez neoliberal las cosas se van complicando y los resultados de las
elecciones últimas dan cuenta de ello. En España posiblemente se vaya
configurando una mayoría social que se sitúa más allá y fuera de los partidos
tradicionales pero que tendrá la virtud como mínimo de espabilarlos ya que han
sido incapaces de oponerse a esta voraz y feroz manera de capitalismo, mucho
más duro de lo que lo hemos conocido. No hay fuerzas capaces de abrir brecha en
ese frente necesario pero los síntomas van abrigando alguna esperanza si da fruto una reivindicación de las formas y
los fondos en la manera de hacer política.
Sorprende el furibundo ataque,
estigmatización y descalificaciones orquestadas a coro que ha despertado la
plataforma “Podemos” que se ha presentado a las elecciones europeas con el
resultado sorprendente de 5 diputados. Tanto tiempo pidiendo a los desgreñados
del 15-M que si eran tan valientes que se presentaran a las elecciones y su
manera de conectar saca 1.250.000 votos. Así les ha pasado a los cínicos
buitres adscritos al poder en los últimos treinta años: les ha saltado la hiel.
Calificativos desde bolivarianos a hitlerianos, todo vale con descalificar lo
que desde ahora parece dar miedo ante las elecciones del año que viene. Se les
pide ya muchas más obligaciones ideológicas, teóricas y prácticas, para que
demuestren la coherencia de su discurso. Los “serios” de la política, los conservadores,
demostrado tienen de lo que son capaces de hacer con la gestión de la crisis.
Queda por ver de lo que son capaces los de un nuevo desafío para el discurso
moral y político. Veremos.
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