Profunda alegría de oír por teléfono
la voz de mi amiga. Golpeada por la arbitrariedad del destino ella ya puede
hablar de la vida, ya deja de hablar de la muerte de lo que más quiere una
madre. Su tono de voz me transportó enseguida a una parte de mí ya lejana en el
recuerdo. Tras ponernos al día de sentimientos y quehaceres cotidianos, al
despedirme, con un abrazo de corazón, me quedó un nudo de congoja.
Es tremendo. Das una mirada atrás
y puedes contar tu vida probablemente en unas pocas frases, cuatro reflejos
débilmente cogidos por otros tantos finísimos hilos que una distracción los
rompe o los lleva al saco del olvido. El tiempo va actuando como una ventolera
en campo abierto y aquellos recuerdos, aquellos trozos de memoria que nos conforman,
corren como trotamundos en tierra yerma. Todo se vuelve más plano y sin abrigo.
Todo apunta a cierta desolación. Deberíamos aceptar que somos un relato, un
relato corto que cuando nos lo contamos, o lo contamos, lo hacemos con algo de
bonanza, limando aristas y tratando de dejarlo con la intensidad de un cuento,
uno de esos de héroes aunque sean de los cotidianos. Al pronto es difícil responder a la pregunta que te haces o te
hacen de ti mismo. ¿Qué digo? ¿Qué puedo decir que fuera más allá de ser un manojo
de años y de miedos; que fuera más allá de comprobar mi ingenuidad y mis
errores; que fuera más allá de sentir lástima por el tiempo perdido y por tanta
mediocridad? Además creo haber tenido el empeño de conseguir cosas como si
fueran a ser para siempre y definitivamente mías, sin ser consciente de que
nunca están seguras, que nunca están ganadas eternamente, que un segundo
evapora y cambia la vida. No, el tiempo pasado ya no cuenta y sigo manteniendo
la dudosa certeza de que ahora sí, ahora sé más, ahora no cometería esos mismos
errores, sin darme cuenta que este hoy es el ayer de un mañana que enjuiciará
estas convicciones presentes como fútiles, tontas, inútiles.
Espero que en un nuevo encuentro,
en un nuevo diálogo con mi amiga no me haya abandonado del todo la memoria y pueda
evitar que ocurra que no sólo no tenga respuestas sobre mí mismo sino que tal
vez no tenga ni preguntas.
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