Mario Gas y Alberto Iglesias
firman un texto nuevo en torno a la figura de este gran filósofo que también representó en otra ocasión el
inolvidable Adolfo Marsillach y su compañía. El teatro Romea ha sido el escenario de esta nueva versión.
Sócrates es importante por
muchas causas pero una de ellas fundamental es la que entiende que con Sócrates
se da el paso previo a la filosofía platónica, es decir da el paso a un
pensador que maneja conceptos abstractos o realidades puramente mentales.
Sócrates vive el momento de
una gran crisis política y religiosa y con sus principios intentaba salvar a
la ciudad, tanto él como los sofistas, si bien Sócrates lo hacía desde una
perspectiva que apuntaba más al interior del hombre. Lo importante era el
hombre, más como ser individual que como ser social.
Sócrates no se considera
maestro, así que no hay nada que enseñar, porque la virtud según su visión no
se enseña, está en cada uno de nosotros, todos tenemos parte de ella, así que
lo que debemos hacer es descubrir en nuestro interior, en nuestra conciencia,
los valores, de justicia, del bien, la virtud, etc.
Para hacer ese descubrimiento
es necesario el reconocimiento de la propia ignorancia, sin eso no podemos
avanzar en el conocimiento, de ahí la famosísima frase repetida varias veces en
la obra: “Sólo sé que no sé nada”.
Se dice de Sócrates que
realizaba la misma técnica que aplicaba su madre, comadrona, es decir que a
través del diálogo dirigía a los hombres para que por ellos mismos
"sacaran a la luz" ese conocimiento de los valores morales.
La conciencia individual hace
legislador y autosuficiente al hombre al descubrir los valores morales y
eternos en el alma. Lo encontrado en uno mismo es lo reconocido como ley y se
actúa en función de esas normas descubiertas. Sócrates no planteaba el
desmembramiento de la polis pues para él era claro que todos los hombres son
iguales y todos llevan ese código de leyes éticas. Por eso la igualdad moral es
común.
En todos estos preceptos se
sitúa la coherencia y la altura moral de Sócrates cuando rechaza salvarse a
propuesta de su buen amigo Critón y acepta beber la cicuta que se le impuso en la
pena de muerte, pero son esos mismos preceptos los que le llevan a ser impío
con los dioses y crítico con los gobernantes, lo que le conduce al juicio y a la condena.
La obra es de un corte clásico
bastante estático y desde luego poco vehemente. No llega uno a indignarse por
la injusticia y tampoco llega uno a sentirse alma paralela en Sócrates. Era
todo un poco sin emoción aunque dado el enorme peso de la palabra, tal vez no
se necesita. La actuación de todos es buena, aunque los consagrados, con mayor
papel, se acentúa, y hacer hablar a la
mujer se Sócrates añadió un poco de chispa a la representación.
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