“Ya no podemos permitirnos tomar del pasado lo que era bueno y llamarlo
sencillamente nuestra herencia, despreciar lo malo y considerarlo simplemente
como un peso muerto que el tiempo, por sí solo, sepultará en el olvido” *.
No, ya no podemos hacer eso porque no podemos olvidar el gemido que rasga
en nuestra puerta y en nuestra conciencia, que no suena más allá y tan lejos de nuestra perdida Europa para permitirnos
despistar o ponernos de perfil ante nuestra miseria moral. Gimen e imploran
cerca, muy cerca de nuestra puerta miles de gargantas de hombres, mujeres y
niños que no nos van a permitir olvidar lo malo y mal del trato a los
inmigrantes, porque el tiempo, por sí solo, no lo borrará de nuestros ojos,
nuestros oídos, nuestra memoria.
*Hanna Arendt, “Los orígenes del
totalitarismo”
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