Fotocomedor

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viernes, 17 de mayo de 2013

DIALOGO



El diálogo ha sido con frecuencia una manera de expresarse filosóficamente, también científicamente, como bien se recordará con los diálogos platónicos, los de San Agustín, los de Galileo y, cómo no, el dialogante por excelencia, Sócrates, que conocemos a través de Platón.

El diálogo no es en los autores citados una forma literaria entre otras. El diálogo responde fundamentalmente, en esencia, a una manera de pensar no dogmática, una manera de pensar que implica un proceder, que en Platón se eleva a la categoría de Arte para descubrirnos la verdad, conocerla, contemplarla, y que difiere enormemente de lo que él llamaba controversias sofísticas, algo así como las discusiones y disputas de bar, que no nos sirve como herramienta ni proceso para alcanzar el conocimiento. El diálogo socrático era un método preciso que exigía mucho rigor en el manejo de los conceptos.

Pues bien, tras la entradilla filosófica, me pregunto qué alcance conceptual tiene la afirmación del presidente del gobierno cuando afirma que está dispuesto al “diálogo” con los agentes sociales y políticos (institucionalizados, por supuesto, pues los otros, que no reciben el favor del Estado, ni cuentan por muchos millones de firmas que presenten). Estar dispuesto al diálogo parece, según el sentido que le hemos dado al concepto, estar dispuesto a no ser dogmático, porque si dependes de una creencia, de un dogma ya sea político, religioso o económico (¿dogma neoliberal?) no podemos abrir ni método, ni camino, ni proceso, ni intercambio, ni dios que lo fundó. Además debes estar dispuesto a asumir que ante un “yo” hay un “otro”, en consecuencia, hay por lo menos “dos razones” que se contraponen entre sí. De partida, para dialogar, se entiende necesariamente que ha de haber acuerdo en que no hay acuerdo ¿no?. Estas reglas de juego son las que intuitivamente deberían llevarnos a “ni la razón de uno, ni la razón del otro, sino una verdad que reconocen, que contemplan, ambos”, que definiría el resultado de lo que estamos entendiendo como uno de los sentidos de la dialéctica. Así incluso parece democrático.

El presidente del gobierno, dada su demostrada mala condición al diálogo verdadero (cuidado que lo hay falso, tal vez por culpa de las mayorías absolutas) parece entender que la dialéctica que hemos mostrado como camino necesario para avanzar, no es fruto de una interlocución, sino que la dialéctica ya se da en su propio discurso (en esto no es original históricamente), es decir: él se pregunta y él se contesta, como en esas “ruedas de prensa” que se monta.

Mi poco nivel filosófico puede que no vea el gran valor de la dialéctica “para sí” que aplica el presidente de gobierno. Debería cuidarse o puede morir de aburrimiento siempre con el mismo sonsonete.

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