Galileo ha sido uno de los
personajes históricos que más me ha fascinado y que por circunstancias ha
ocupado parte de mi tiempo de admiración y disfrute con lecturas del mismo
Galileo o con otras muchas a él referidas. Recuerdo que, hace bastante tiempo
ya, gracias a Galileo conseguí buenas notas en una asignatura que se llamaba
Historia de la Ciencia, aunque con no poco sacrificio, pero contribuyó mucho a
mi afición por la astronomía. La asignatura me introdujo lógicamente a hacer cotidianos
muchos de los nombres que han contribuido a la evolución de nuestro
conocimiento de la Naturaleza, desde Platón, con su célebre axioma de
explicación de la mecánica celeste mediante la perfección geométrica del
círculo, hasta la teoría de la relatividad de Einstein.
Asistí hace algún tiempo (setiembre 2010), con agradecida sorpresa, a la lectura teatralizada de las actas
de la inquisición del juicio a Galileo, que
algunos socios de Agrupación Astronómica de Sabadell realizaron en colaboración
con la Universidad Autónoma. En este juicio tuvo que abjurar de sus ideas o
hubiera acabado en la hoguera,como Giordano Bruno.
El trabajo de Galileo dio un
vuelco absolutamente radical a la física que tan inteligentemente había desarrollado Aristóteles, tan cargada de
sentido común que duró 2000 años. Galileo cambió la mirada al mundo, cambió la
explicación de una manera nueva. Interpretó a la Naturaleza con lenguaje
matemático, es decir, fue el artífice del método científico. Supo explicar con
rigor el movimiento de los cuerpos contra toda evidencia de los sentidos y supo
explicar y romper con el carácter inmutable de los cielos haciendo terrenal lo
que tenía atributos divinos. Sus descripciones de las fases de Venus y de la
Luna le acarrearon, a pesar de pruebas irrefutables, grandes detractores. Él
era irónico y muy seguro de sus demostraciones así que a la muerte de uno de
sus más acérrimos enemigos, Giulio Libri, matemático y filósofo aristotélico de
la Universidad de Pisa, escribió el siguiente epitafio: “ha muerto en Pisa el
filósofo Libri, acérrimo impugnador de estas fruslerías mías, el cual, no habiéndolas
querido ver en la Tierra, quizá las vea al irse al cielo”.

Todo esto viene a cuento por el
libro que estoy repasando de una colección de RBA sobre Grandes Ideas de la
Ciencia. Una gozada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.