Fotocomedor

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sábado, 28 de abril de 2012

Reflejos


Giró la cabeza tras oír un ligero ruido y reconoció de inmediato la figura entrañable que le estaba mirando, una mirada que sin palabras lo decía todo. Pronunció su nombre, pero no hacía falta. Sentir que esa figura era su salvación cotidiana, que esa figura lo abarca  para sentirse seguro, para conjurar todos los miedos del mundo, para sentirse contento, para llevar a esa figura de un lado para otro; para decirle ven que te necesito, ahora en  mil juegos inventados, ahora para revolcarse, ahora para quitar y poner trastos, ahora para comer.

Esa figura que ahora le provoca un salto de alegría, que le empuja a salir corriendo hasta el desequilibrio, que salva obstáculos, que sortea a sus colegas como puede, que desoye las órdenes de la autoridad que sólo le recuerda que le falta todavía por poner una camiseta de manga larga. Fijo en la determinación, en la carrera que le haga llegar cuanto antes a quien ha visto, va sonriendo con la cara especial, única, los brazos abiertos y el grito personal todavía sin lenguaje hasta llegar a esos otros brazos abiertos, agachados por  un cuerpo  ya de rodillas que lo espera con la ternura desbocada. El abuelo ha abierto la puerta de su clase en la guardería y viene a regalarle la libertad, el juego, la fusión del abrazo y el ritual de la marcha a casa mientras hacen como si se  contaran todo lo que ha ocurrido en el día.

La felicidad tiene estos reflejos.

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