Recojo bajo la inspiración de un
viejo artículo en francés de una revista llamada “Sciences et Avenir” una
reflexión sobre las catedrales que por muchas que veamos, siempre nos inspiran,
o sorprenden. En este extenso artículo (mi francés flojea) se cita la catedral
de Chartres pero sirve para muchas de ellas.
Podríamos decir que las piedras de las catedrales son realmente
fieles, esas enormes piedras que las sostienen durante siglos. Para este ateo
que escribe siguen siendo referencia o visita obligada allá donde las haya y es
que son un verdadero monumento no sólo dedicado a un Dios sino también a la
enorme sabiduría humana, ya sea arquitectónica o teológica como es de suponer.
La carga simbólica empieza en sus cimientos : la cal representa la caridad y el
agua el Espíritu Santo. Las cuatro murallas figuran los cuatro evangelistas,
incluso los cuatro vértices significan las repetidas virtudes del catecismo:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza hacia las que los fieles tienden a
elevar su espíritu, al menos algunos. Las torres son los predicadores y los
prelados, murallas de la fe a ojos de los cristianos.
Aunque la arquitectura no se hace
para ayudar a los conceptos teológicos, para los pensadores medievales, las
catedrales son enormemente simbólicas. Las especulaciones que más me gustan se
desarrollan en torno a la orientación geográfica, incluso astronómica, de los
edificios. Los cimientos deben ser orientados de tal manera que la cabeza de la
iglesia pueda indicar exactamente el Este, es decir, la parte del cielo donde
el sol se eleva coincidiendo con los equinoccios (el punto medio del recorrido
anual del sol sobre el horizonte Este), esto se hace como muestra y manera de
volver siempre a la esperanza y la resurrección. La subida equinoccial del astro rey
reparte el tiempo por igual entre el día
y la noche, o sea, una elección calculada para significar la ecuanimidad de la
Iglesia, el justo medio aristotélico de la virtud, punto medio moderado, la igualdad del alma. Los solsticios
evidentemente se sitúan en los extremos y hay chorros de tinta para un
simbolismo no religioso. De este movimiento aparente y anual del sol, que hace
una figura en el cielo como de infinito (analema) hablaré otro día.
El plano por tanto adquiere un
sentido fuerte. Lo que sea redondo o en cruz da señal de perfección. Platón
asume el círculo como símbolo de la perfección, del infinito, del absoluto. Y os puedo asegurar que el axioma platónico del círculo ha sido fundamental en la historia de la Astronomía. La
cruz es más compleja pues se la compara con el cuerpo humano: el corazón, el
altar, es la cabeza; el crucero son las
manos y brazos; la nave el resto del cuerpo, con lo que se quiere ver la misma
crucifixión de Cristo. Incluso el descentrado de algunos edificios se
interpreta como la inclinación de cabeza en su muerte. El plano en cruz está
también fundamentado en el simbolismo del cuadrado que desde Aristóteles
representa los cuatro elementos terrenales: tierra, aire, agua y fuego.
Designando los puntos cardinales,
los edificios son un resumen del Universo, un microcosmos. Así, en la iconografía
exterior, las figuras y temas escogidos se explican solos. La fachada norte,
región del frío y de la noche está consagrada al Antiguo Testamento; el lado
sur, que le da luz y calor el sol en su cénit, está consagrado al Nuevo; el oeste, región del ocaso, es la zona de los muertos en muchas
civilizaciones y se reserva para el Apocalipsis y el Juicio Final. La fachada
este se reserva al nacimiento, resurrección, esperanza.
Simbolismo y Astronomía, ya veis.
Tiempo para estudiar, tiempo para leer, tiempo para disfrutar…. y no cuesta
tanto.
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