Cuando tienes la sensación de ahogarte en un baso de
agua y crees que tu mundo está abigarrado de problemas imposibles, mirar al
cielo reconforta. A la mirada que hacemos hacia arriba le suele acompañar
instintivamente un suspiro que actúa de borrador de lios internos. Exhalas
después y de manera relajada y atenta recorres sin saberlo distancias innombrables.
Esta fotografía muestra las Pléyades,
cúmulo abierto M45, pero más conocido en mi pueblo como las Siete Cabritas. Digo
siete porque en mi pueblo se pueden ver y contar ya que en otros rincones se
hace más difícil. Como puede verse son blanquiazuladas e inmersas en una
nebulosidad difusa. No hay ninguna roja así que las Pléyades son jóvenes, sólo
unas cuantas decenas de millones de años y están relativamente cerca, unos 400
años luz. Está claro que mi imaginación se acerca mucho más rápidamente a las
estrellas que la propia luz y de eso se trata hoy: imaginar, imaginar,
imaginar. La luz, tan metafórica ella, fuente de tantas cosas, ilumina y serena
en las noches cerradas del pensar de cada uno.
Foto Gandler
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