Estuve en la Diada. Me acerqué
con mis matices políticos e ideológicos a la concentración que rodeó la sede de
un símbolo suficientemente acreditado del capitalismo financiero: La Caixa. Me
interesaba marcar este aspecto de mi presencia en un día en que una gran
cantidad de gente de mi pueblo, el pueblo catalán, iba a estar en la calle. Y
vi a un pueblo ilusionado, casi cándido, pacífico, festivo, cogidos de manos y
corazón. Tras la aparente sencillez de los actos ha habido necesariamente una
enorme organización e implicación de multitudes. Es un gran valor. No quedará
más remedio, antes o después, que decidir en un referéndum. La política llevada
hasta ahora (si es que ha habido verdadera política) y los políticos que la han
protagonizado, no da más de sí. La persistencia reivindicativa obliga a nuevos
caminos no contemplados hasta ahora. Ojalá no desemboque en nacionalismos
simplificadores vacíos de razón y llenos de emotividad. Es posible que sea la hora de despejar dudas.
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