El día 20 de junio a las 7 de la
tarde fuimos mi amiga D. y yo a una conferencia que daba mi admirado Antonio
Muñoz Molina (AMM), para mí referente y en cierto sentido (de sentir) mi alma
gemela, con la diferencia obvia de que él ESCRIBE y yo no. Pero mejor os cuento
mis impresiones iniciales e intento decir algo de lo mucho que dijo.
El personaje que yo he construido a
partir de las lecturas que AMM nos ha ido ofreciendo, por artículos,
entrevistas, sus libros, etc, curiosamente digo, ese personaje que casi inevitablemente se idealiza, es exactamente igual a la persona conocida. Al menos así me dio la impresión. Una
verdadera capacidad de explicar las cosas con sencillez, con la elegancia de
lo simple y a la vez profundo y también una precisión total de las palabras que emplea, de los
adjetivos tan acertados casi siempre. Ese dominio del discurso (habló una hora
sin mirar notas) mostrando coherencia es envidiable ya que uno piensa algo y, a
la hora de expresarlo, bien puede pasar que te pierdas en circunloquios o, aún
peor, que te entiendan todo lo contrario de lo que piensas. Vivo con impotencia muchas veces la incapacidad por hacerme entender. Con AMM se entiende
todo perfectamente.
La conferencia iba dirigida a
potenciales escritores de la Escuela de Escritura del Ateneo de Barcelona que
por otra parte es también escuela de lectura porque tiene una biblioteca
preciosa, voluminosa, con un encanto modernista acertado según puede verse.
La clase magistral giró en torno
a cómo hemos de relacionarnos con la Literatura, saber con precisión cómo
queremos que sea esa relación. No pudo, aunque se lo pidieron, dar mensajes de
optimismo a los nuevos aspirantes: “El optimismo, así como el pesimismo, en
esta materia son absurdos”. Uno se enfrenta al acto de escribir porque quiere,
nadie nos lo pide, y la clave está en que aquello sobre lo que escribas sea muy
importante para ti. Uno debe ser honesto en este punto, no debe engañarse,
ni para escribir ni para leer. La literatura puede ser una fuente de felicidad
o de amargura y el consejo que nos daba AMM era el ser consciente, que se
sepa, qué relación se quiere tener con ella. Apostar por el trabajo de
escribir, como cualquier trabajo, dará sus frutos antes o después y de
conseguirlo la sensación es de plenitud.
El contar, el narrar, no es un
lujo cultural, es un rasgo mismo de la condición humana y la tradición de escribir es relativamente
reciente pues lo que ha predominado es el contar historias, traficamos constantemente
con historias así que en ese sentido todos somos novelistas. Ciertamente hay
mucho talento narrativo desperdigado por ahí, de lo que se trata es que ese
talento se ejercite con humildad. El narrar, el contar, viene de lejos e irá
muy lejos, más allá de las polémicas sobre el medio que la narración elija:
papel, piedra, dígitos, da igual, el instinto de contar lo que pasa, lo que nos
pasa, no desaparece y por supuesto es universal.
Sabemos que toda experiencia es
singular, pero todas las experiencias, contadas, pueden ser inteligibles. La
Literatura no trata de lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro. La Literatura
es el reino de los matices, que es seguramente lo que nos enriquece, y se
encarga de hacer literaria la experiencia, no al contrario, es decir, las
grandes experiencias, que podrían parecernos literarias, no son condición necesaria
para escribir y hacer Literatura. En el acto de escribir puede ocurrir que las
mejores historias no tienen por qué ser inventadas y tras esta afirmación nos
contó (siempre se trata de contar ¿os dais cuenta?) que una alumna suya había
escrito cierta historia de ficción algo rocambolesca y artificiosa. Entre la
conversación que mantenían le preguntó dónde había nacido, a lo que respondió
que era de un pueblo de León que tenía un solo habitante: su madre. Acto
seguido la recomendación era evidente: ahí tenía un material mucho más
auténtico para escribir. Una vida puede contener todas las historias del mundo.
La belleza del relato de las cosas más cercanas son las que pueden ayudar a
crear la ficción recurriendo a ella sólo cuando se muestra imprescindible,
cuando no hay más remedio. Será luego el oficio de escritor el que determine
cuándo hay que elegir o no la ficción y lo más importante de todo: aquello que
se elige debe importarle mucho al que escribe. Se trata de saber y determinar a
qué profundidad del alma se encuentra algo.
Si se quiere escribir es
importante el abandono, el dejarse llevar, pero con el cuidado de controlarlo
luego todo con plena exactitud. Literatura es abandono y control, hay que
revisar despiadadamente para que el resultado literario tenga la categoría de
lo que debe leerse dos veces para ser Literatura. Y cuidado de nuevo porque
si sale bien se corre el peligro de ser
secuestrado por el mismo estilo. Escribir una novela no es saber hacer novelas
pues en cada novela nueva aprendes a hacer novela. Así lo experimentaba el
propio Philip Roth.
Es curioso que le pedimos a la
Literatura lo que parece un contrasentido: que nos mienta y que nos diga la verdad. Esta verdad
de la Literatura la
suscribiría Alain Finkielkraut porque en su
libro “Un corazón inteligente” viene a mostrar la frustración del silencio de
Dios (religiones) y el fracaso de las ideologías absolutas, totalitarias. “Ambos polos no pueden dar respuestas, pero
sí la Literatura. La
mediación de ésta no supone ninguna garantía pero sin ella la gracia de obtener
un corazón inteligente seguiría siempre inaccesible, y tal vez, conoceríamos
quizá las leyes de la vida, pero no su jurisprudencia”. Quedó claro que
esos polos, para AMM, pretenden anular esa experiencia de lo particular y por
si fuera poco han resultado históricamente muy genocidas.
Resumiendo: mis impresiones de la
clase magistral recibida colmaron todas
mis expectativas. Creo que se merece de sobra el Premio Príncipe de Asturias y
lo felicito por ello. En su intervención se notaba sutilmente el enorme soporte
cultural que tiene adquirido en arte, en música, por supuesto en Literatura, pero en ningún momento sus
citas resultaron pedantes. En absoluto. Tiene la elegancia de una transmisión
del conocimiento lisa, comprensible, profunda. En definitiva, una gozada. Mi
amiga D. y yo nos acercamos a saludarle humildemente para darle las gracias y
aprovechar que nos firmara un libro suyo,”Ardor guerrero”, dedicado a E.,
esposo de D. y uno de mis mejores amigos. Después nos fuimos tan contentos.
Hola Calabatus: como me quedé con las ganas de ir a escuchara AMM te doy las gracias por contarlo en tu blog.
ResponderEliminarUn abrazo,
Maribel