Uno va leyendo, aquí, allá, en
esto, en lo otro, con la convicción de que vas a recordar todo lo que te está
impresionando en algún sentido. Está uno en describir primero esas ganas de
saber de un tema, histórico, artístico, científico, para enfocarlo bien,
contrastarlo si puedes, medir su verdad, medir los sentimientos que te provoca.
Hallas, después de un esfuerzo notable por fijar en la memoria, que ha quedado
muy poco en tus alforjas, que tu memoria no ha retenido y que por tanto no has
aprendido nada. Ya no puedes confrontar, ya no puedes coger casi nada de esas
alforjas de la memoria que te habría de servir como herramienta para analizar,
desmenuzar ideas, cogerlas de nuevo y dar a las tuyas método, coherencia,
discurso. Te sientes perdido con cuatro cartas malas para jugar habiendo tenido
la impresión cuando leías que tendrías toda la baraja en la mano porque comprendías,
abarcabas. Un instante. Sólo ha sido un instante. Has estado ante una idea que
afirma las excelencias de un cuadro, las de una novela, las de una genialidad
política, las de una historia contada en una agradable conversación, y de
pronto, como si el pensamiento se hubiera quedado huérfano, desamparado, sin
motor, no acude en tu auxilio, no puede. Intuyes retazos fugaces de esto o
aquello, de cuándo o de cómo. Nada más.
Pero no está todo perdido. No
todo es impotencia. Sin quererlo, una sola palabra, como una llave de cerradura
cuando te abre la puerta, te aporta una idea que te sorprende, que además la
reconoces como tuya, original no por su excelencia pero sí porque su origen
está en ti. Ahora empieza la fiebre, ahora buscas más libros, más citas, y algo
de esa perdida y desolada memoria empieza a reaccionar. Tienes la intuición de
que expresarlo va a ser difícil pero te animas a que el resultado, con cierta
condescendencia, lo puedes incorporar al campo estrecho de lo aceptable, de lo
legible, de lo transmisible. Te juras que para cuando vuelvas a la lectura lo
harás con más atención, con más rigor, pero es inevitable volver a sentir lo
mismo: que has leído en vano.
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