Fotocomedor

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sábado, 9 de noviembre de 2013

Privatizacion

¿Nos damos cuenta que el rollo éste de lo privado ha secuestrado al mundo entero?. No me refiero al mundo que podemos visitar como turistas, me refiero a ese mundo entendido como aquello que transformamos colectivamente. Esta idea de lo colectivo  da para mucho y en política da para más.
Una compañera de facultad, Marina Garcés, se acerca en un artículo de la revista Archipiélago (nº 73/74) a una idea de lo colectivo expresada en una visión del “nosotros”diferente. 
La privatización de nuestra existencia es la forma que ataca directamente a nuestra capacidad de transformar el mundo que nos rodea, ataca a nuestra capacidad de autonomía. Antes, esa capacidad, había tomado otras formas: principalmente, la comunidad tradicional, que recogía su esencia en vínculos de parentesco, o vínculos religiosos, o vínculos territoriales. En la sociedad jurídica moderna viene a manifestarse esa capacidad en la vinculación abstracta que tiene como eje el contrato social original. En los dos casos la razón de ser en común, queda transferida a una instancia externa que es la fuente de dominio y a la vez de sumisión, por tanto, esa neutralización de la autonomía, que hemos definido como la capacidad compartida de transformar mundo, se concreta en dos formas de privatización de la existencia gracias a la independencia del yo (individualismo) y gracias a la defensa de “mi grupo” (particularismo).
En éstas condiciones pensar en un “nosotros” se convierte en un pronombre peligroso puesto que sólo puede significar o bien la suma de “yoes” o bien un “nosotros” que se define contra “ellos”.
De la primera suma de yoes no podemos esperar más que una neurosis colectiva, algo parecido a lo que estamos viviendo, una sociedad en la que el espacio que aquí se reivindica, el espacio de lo común, está abocado al fracaso y para eso no hay más que ver la idolatrización del éxito, la capacidad de consumo, el concepto de bienestar pasado por “la república independiente de mi casa”, el ocio planificado, la enorme hipercomunicatividad tecnológica, etc. que son sus aspectos más cotidianos.
De la segunda podemos esperar la proliferación de identidades cada vez más fuertes, más cerradas y enfrentadas, polarizadas en torno a valores culturales, a valores religiosos, a valores nacionales resucitados, a valores morales, a aficiones deportivas….
Si en el primer caso tenemos un “nosotros” impotente, en el segundo tenemos un “nosotros” trinchera, reducido a defender al de dentro y rechazar al de fuera. Sirva esto tanto para la pequeña política como para la macropolítica.

Así pues, en los dos casos contemplados se pierde un “nosotros” sin el carácter inquietante del “nosotros” que debería ser el que diera sentido a las transformaciones sociales. Para la acción la pregunta no es ¿qué nos une? sino la pregunta es ¿qué nos separa? Esa lucha contra lo que nos separa es una de las ideas básicas de la lucha por la emancipación. Se trata de poner en común aquello que se manifieste contra la política de disgregación de las luchas, la despolitización de “cada uno contra su enemigo, con su problema particular". No. La apuesta es por lo común y colectivo, o sea, se trata de luchar contra esa dinámica privatizadora, aprovechando la crisis, que nos quiere imponer este capitalismo salvaje, que ya no se ejerce sólo sobre los bienes materiales sino también sobre la existencia misma.

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